La tecnología disruptiva rompe la manera de ver o hacer las cosas, algo que tiene un impacto significativo en la economía y/o sociedad. Surgen para dar servicio a un mercado o una necesidad hasta el momento inexistente.
Una tecnología disruptiva desplaza una tecnología establecida. Conduce a la aparición de productos y servicios que utilizan preferiblemente una estrategia que produce ruptura brusca. Se dirige a consumidores menos exigentes y con un poder adquisitivo menor.
Las tecnologías disruptivas pueden clasificarse como tecnologías de bajas prestaciones (lower-end) y nuevo mercado. Una innovación o tecnología de nuevo-mercado usualmente es lanzada hacia los denominados mercados de no-consumo, donde los clientes comienzan a utilizar un producto o servicio que antes no utilizaban (ej. sistemas GPS), o la descentralización de la ubicación de un servicio (ej. telefonía fija frente a telefonía móvil).
La tecnología disruptiva es mejorada progresivamente y va ocupando los nichos a los que la tecnología establecida va renunciando. En ocasiones consigue hacerse con la mayor cuota del mercado y desplazar a la tecnología establecida. Un ejemplo serían los inicios de la fotografía digital, con mucha menos resolución, pero con una gran reducción de los costes de revelado, asociados a la fotografía tradicional.
Algunos ejemplos de tecnologías disruptivas:
¿Dónde se relacionan la Segunda Era de las máquinas y la tecnología disruptiva?
La escala que ha alcanzado la penetración de la Cuarta Revolución Industrial (4RI) en el tejido social incrementa las “posibilidades recombinatoriales”. Es decir, nuevas e inusitadas posibilidades de reorganizar y combinar -de formas muy distintas- procesos de producción que no se habían alterado en mucho tiempo.
Lo que han hecho compañías como:
Eslabones en la cadena de producción de valor añadido que modifican el orden de la organización económica previa.[1]
¿Un cambio de paradigma, más o menos?
Ni más ni menos. Un cambio de paradigma que todavía no se vislumbra muy bien, porque simultáneamente se vive. Está determinado por la conectividad entre las personas y las cosas.
Los cambios en la forma en que personas y cosas se comunican, se conectan y descubren, están teniendo implicaciones increíbles para la sociedad. Las redes sociales, los dispositivos móviles, la inteligencia artificial (IA) y el Internet de las cosas, son algunas de las tecnologías que están incidiendo en la sociedad del siglo XXI.
No es tanto que la tecnología sea parte de nuestra vida cotidiana o que la tecnología sea implacable en su ataque a la humanidad. La transformación digital busca continuamente cómo utilizar la tecnología de manera que mejore las relaciones y las experiencias de los usuarios.
¿Cómo se manejan los intereses económicos de estas tecnologías?
La producción económica asociada a las tecnologías disruptivas depende sobre todo de cuatro factores fundamentales:[2] (1) propiedad intelectual, (2) capital organizacional, (3) producción de contenidos por parte de usuarios y (4) capital humano.[3]
¿Qué se necesita para estar preparado?
Aquellas personas y empresas que trabajen en los pequeños cambios en el contexto social tendrán más posibilidades de prevalecer en el futuro. Tan solo requieren:
Las disrupciones tienen limitaciones y alcances. Por tanto, los gestores de proyectos debemos ser conscientes de las amenazas y oportunidades que involucran las disrupciones tecnológicas.
[1] Diego Beas (2014). Libros: El mundo que viene en la ‘segunda era de las máquinas’. En: POLÍTICA EXTERIOR nº 161 – septiembre-octubre 2014.
[2] Esta comunicación corresponde a Brynjolfsson y McAfee. Economistas del MIT y autores de: The Second Machine Age: Work, Progress, and Prosperity in a Time of Brilliant Technologies.
[3] El capital financiero y la propiedad de las máquinas, son desplazados por otras características de la producción que cobran mayor protagonismo.