Reconsiderar el uso del tratado de cielos abiertos como una alternativa política, no puede ser siquiera una variante. De lo contrario, la hora cero que marca el fin de la humanidad se acercaría demasiado, y las manecillas del reloj del juicio final avanzarían aceleradamente, movidas por la maquinaria de la guerra, la codicia sin límites y la locura.